viernes, 23 de octubre de 2009

EN LA CIUDAD PENITENCIARIA




REVISTA CONTRATIEMPO
Dossier / Informe sobre Cárceles / Año V N° 7 / Otoño - Invierno 2005
El peligro que Walter Benjamin anticipa para el intelectual crítico que trabaja con fragmentos es el de sucumbir en ellos sin llegar a elaborar un nuevo horizonte de sentido, una nueva relación con el mundo. Cuando en la actualidad alguno de estos fragmentos estalla en nuestras manos actualiza de golpe la secreta complicidad entre las cosas, iluminando con violenta intensidad lo que nos pasa de largo. Las masacres en las cárceles de Córdoba y de Coronda acontecidas este año nos recuerdan ese espacio no pensado por la sociedad que marcha paralelo y en estrecha conexión con los intereses del poder, sus estrategias de reproducción y sus discursos hegemónicos. Mientras la miseria es la principal proveedora de población del sistema penal, éste extiende sus atribuciones sobre aquélla y en consecuencia sobre sus territorios de acción. El hacinamiento a nivel mundial de los establecimientos de reclusión revelaría que tanto el espacio físico de la prisión así como el concepto de delito están quedando chicos. Como acontece en otros casos, la literatura y la ficción ya han vaticinado el negro destino penitenciario que les podría corresponder a las ciudades en un futuro no muy lejano. Si en los albores de la modernidad Poe y Baudelaire ponen en escena por primera vez a la metrópolis como refugio de asociales, perseguidos y abandonados pero sobre todo como espacio peligroso y criminal donde el crimen brilla por su ausencia, la maquinaria del control social fija su objetivo, y moderniza sus procedimientos, en la tarea de seguirle los rastros a este hombre masificado. Y es en Kafka donde se lee la precariedad existencial del sujeto moderno, autor de un crimen siempre desconocido, juzgado por leyes y autoridades igualmente desconocidas, arbitrarias y decadentes, tan pero tan actual en nuestros días. O en Roberto Arlt, que ya en la moderna Buenos Aires de la década del 20 intuye, como Kafka, que cualquier fuga de lo real será imposible, por lo que sus personajes tendrán que resistir con ficciones e inventos a la ciudad-máquina de la que son sus residuos dehechables y que tarde o temprano siempre los llevará a la catástrofe. También desde el cine: la metrópolis de Blade Runner es el resultado de una eficiente tecnología de control espacial frente a la abrumadora desproporción entre libres y esclavizados. Los edificios blindados con forma de pirámide trunca, reminiscencia arcaica de jerarquía y poder sagrado, gobiernan los cielos para asegurarse la tierra donde habita el pueblo atrapado en las calles y sofocado por el humo y las promesas de paraísos remotos que le proyectan pantallas gigantes. En la actualidad, y en la realidad, los barrios marginales de América y de Europa, rigurosamente vigilados social y policialmente, constituirían un paso más en aquella práctica de rastreo de las masas siempre sospechosas y el inicio de esta inversión de los conceptos de adentro y afuera; el empobrecimiento de la cultura, los accesos cada vez más restringidos a la educación y la retirada del pensamiento crítico conformarían a la vez la garantía necesaria para el funcionamiento sin mayores sobresaltos de esta nueva maquinaria que tiende a fusionar la metrópolis con la penitenciaría.
Pensar la cárcel, reflexionar sobre las estrategias de expansión penal, pensar las acciones, conductas y nuevas realidades que éstas generan, reflexionar sobre sus transformaciones en el tiempo y sus nuevos modos en la modernidad, abordarla desde diferentes miradas, son los propósitos de este informe. Que se irá publicando en entregas y donde el camino será también el objetivo.
Zenda Liendivit
Buenos Aires, Mayo 2005

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