viernes, 23 de octubre de 2009

La administración del delito

ENTREVISTA
Sistema Penal y Sociedad
Contratiempo habló con el Dr. Sebastián Foglia, entre otras cosas, de la relación entre cárceles, ciudad y sociedad, de la función del sistema penal, de las políticas de readaptación y de la criminología como espacio de investigación.
La cárcel pareciera ser un espacio negado por la sociedad, un punto ciego en la trama urbana ¿cómo ve Ud. la relación entre ellas?
Entiendo que ese concepto de la cárcel ha cambiado mucho actualmente. Hoy la oscuridad de la cárcel se ha visto surcada por la mirada tanto del propio Estado como del público.
Por un lado, Bentham estaría contento al ver que en las cárceles actuales existe una mirada continua del Estado (o del guardiacárcel) mediante cámaras de vigilancia funcionando las 24 hs. en los pasillos de los pabellones (1).
Y del público pues los muros también han sido permeados por la mirada de los medios. Existen toda clase de programas televisivos que reproducen lo que pasa en la cárcel, se pueden ver investigaciones con cámaras ocultas, también los familiares de los detenidos tienen posibilidades de expresarse contando lo que pasa adentro y las crudas imágenes de los motines nos son mostradas lamentablemente con bastante frecuencia.
¿Qué rol cumplen los talleres universitarios que trabajan sobre temas como la cárcel, el delito, las penas?
Creo que son muy necesarios, pues -más allá de que efectivamente los internos se reciban- ya de por sí la sola posibilidad de asistir a clases para quien esta alojado en la cárcel es un beneficio importante. Al reo le permite pasar un tiempo fuera de la lógica carcelaria del pabellón, y le permite abstraerse en pensamientos e ideas.De lo contrario pasaría el tiempo en la celda o en el patio. Cabe señalar que -aún teniendo todo el tiempo ha disposición- la subcultura carcelaria resulta un obstáculo hasta para la lectura de libros.
Pero hay más, con algunos alumnos –en mi experiencia- hemos podido lograr un espacio sumamente interesante para el debate, en general y sobre el sistema penal, pues desde el punto de vista de la propia gente que lo sufre, se pueden profundizar los temas y sacar conclusiones, que no estarían al alcance de simples observadores como uno. Es decir, tanto con personas que demuestren interés, como con las que no, el resultado es positivo, pues permite romper la lógica mencionada de premios y castigos y generar un espacio distinto que sin duda ayuda al acercamiento con el mundo libre.
No es posible determinar si -al salir en libertad- la persona continuará los estudios, pero por lo menos se le ha mostrado al preso una nueva posibilidad y se lo ha dotado de conocimientos adecuados para ser menos vulnerable, para no volver a caer en el sistema penal.
Actualmente el número de alumnos que cursan la universidad no es realmente significativo. Existen reticencias de diversos frentes (el servicio penitenciario, la universidad, hasta la propia comunidad, etc) para que esto se amplíe. No existen estructuras adecuadas (aulas, libros, profesores, etc) y, creo que esto es el obstáculo más grande, las direcciones de los penales manejan la cuestión en carácter de premio, como un mecanismo más de control.
Dados los mecanismos represivos de control social que utiliza el sistema neoliberal para imponer su política, una posible lectura es la del espacio carcelario como una continuidad de las zonas excluídas de la ciudad. ¿podría interpretarse que el espacio de la cárcel, como está constituido actualmente, es obsoleto?
Sin duda el espacio de la cárcel es una continuidad de las zonas excluídas de la ciudad, pero de ningún modo es obsoleto. Sabido es que los clientes del sistema penal que pueblan nuestras cárceles son casi en su totalidad pertenecientes a los sectores pobres, los excluidos de la sociedad. El sistema opera selectivamente sobre ellos, y luego de un tiempo, resultan ser siempre los mismos. Son aquellos más fáciles de agarrar, los de los delitos torpes, etc. Por ello existe una doble vía continua entre estos barrios y la cárcel: la cárcel es una continuación de la villa, existe una continuidad de la villa a la cárcel.
Actualmente asistimos a la reproducción de "la villa en la cárcel", es decir, una situación de vida carcelaria en condiciones tan precarias como en las de un ghetto urbano –villa o favela-, que es la actual situación del sistema carcelario no solo argentino sino latinoamericano. Creo que hoy es posible afirmar en la cárcel argentina el respeto al principio de "less elegibility", aquél principio teórico del siglo pasado que decía que las condiciones de vida de la cárcel siempre deben ser peores que las del último estrato social. Esos pensadores estaban preocupados de que haya personas que quieran cometer delitos para estar detenidas y tener techo y comida. Hoy sin duda las condiciones de detención son mucho peores que las condiciones de vida en cualquier ghetto urbano.
Esta situación de privación continua en la cárcel genera violencia pues si ponemos 200 personas en un pabellón y no les proveemos alimentos, medicamentos, ropa de abrigo, elementos de aseo, lo primero que va a ocurrir es un motín. Si precarizamos la vida en el penal, los internos terminan matando, por ejemplo, por un kilo de yerba.
Aún advirtiendo esta selectividad encarnizada y las condiciones de la cárcel, no creo que sea posible decir que el sistema es obsoleto. La cárcel actual no educa, no recupera, no resocializa, no reinserta, pero:
Excluye: pues el paso por la cárcel define la exclusión social del mercado de trabajo lícito, al generar una etiqueta difícil de quitar, por lo que define la carrera criminal (o mercado de trabajo ilícito); y,
Controla: pues estos clientes, que son los vulnerables al sistema penal, entran y salen, son controlados tanto por la cárcel como por los patronatos de liberados o por las agencias de asistencia, se sabe donde viven, cuando salen, a que se dedican hasta que vuelven a caer, etc.
Esa es la función latente del sistema penal, a la que entiendo alude Michel Foucault en el famoso último capítulo de "Vigilar y castigar" (2). El verdadero poder de la prisión es la posibilidad del Estado de administrar y controlar un caudal de ilicitudes, controlando ese grupo minoritario y de esa forma controlar el comportamiento y la sumisión del resto de la población, que en general es ajena a la criminalización. Es la función simbólica del castigo actual, y aún con sus panópticos deteriorados, de paredes derruidas, de guardiacárceles mal pagos, etc, está tan vigente como nunca. En este sentido, la cárcel es el corral de los chivos expiatorios.
Me he visto muy interesado en los estudios de los años 70, cuando surgieron esas visiones de la cárcel como lugar de disciplinamiento de las masas a la vida capitalista. Se decía correctamente que el origen de la cárcel eran las "work houses" o "casas de trabajo" inglesas donde desde fines del siglo XVIII mendigos y vagabundos eran obligados a trabajar en la elaboración de diversos productos. Era la relación entre "la cárcel y la fábrica" (3). Pero creo que actualmente los términos han cambiado. Creo que ahora debe verse esa relación estructural en la óptica de "la cárcel sin la fábrica", o cárceles de exclusión o "cárceles de la miseria", como las llama Loïc Wacquant (4).
Replanteamos la pregunta: Pensando en esta ampliación de la situación carcelaria a las zonas "peligrosas" de la ciudad, o ésta regidas por principios carcelarios, ¿sería posible un sistema penal en la Argentina que tienda a abolir la prisión, o por lo menos a crear situaciones intermedias?
No creo que sea posible pensar en un futuro sistema penal sin cárcel. Por el contrario los indicadores muestran que va a haber más cárceles. Un claro ejemplo es la provincia de Buenos Aires, donde, a partir de una reforma legal represiva que estableció la inexcarcelabilidad de determinados delitos (ley prov. nº12.405), se llevó el número de presos de 18.000 a más de 30.000 en cinco años.
Pero si entiendo que se está ampliando la situación carcelaria a los barrios pobres. Mientras el recurso cárcel no va a decrecer, las políticas estatales de control en los barrios pobres puede aumentar. Es ese el otro margen de la continuidad entre "cárcel" y "villa". Asistimos a eso actualmente, por ejemplo el barrio Fuerte Apache esta sitiado por personal de la Gendarmería Nacional, o pensemos en las favelas de Brasil. Desde el discurso se lo ha explicitado también: en la Prov. de Buenos Aires el jefe de la policia bonaerense del año 2001, Comisario Amadeo D´angelo, quizo implementar un plan para "rodear las villas para que no salgan los delincuentes" (cfr. Diario El Dia de La Plata 15 de mayo de 2001).
Estas son muestras de un retorno a la ideología de finales del siglo XIX que relacionaba clases populares a clases peligrosas. La política criminal actual focaliza en determinados territorios urbanos, que desde el discurso estigmatiza, configurando los conceptos de "barrios peligrosos" y que está asociado a un estereotipo de "delincuente juvenil". El control social es fundamentalmente eso, es la producción de significado.
No veo que esto fuera a abolir la institución carcelaria. Por el contrario, la tendencia es inversa: la política criminal actual, a la par de focalizar los problemas en las villas, expande la cárcel y relegitima su función en ese mecanismo selectivo y de definición.
¿Ud. qué piensa de las políticas de readaptación a la sociedad de los detenidos?
La readaptación es una ideología encubridora de lo que la cárcel es, fue y será siempre: puro secuestro de personas. A lo largo del tiempo, lograr la legitimidad necesaria del Estado en su tarea de encerrar personas, nunca fue fácil de realizar. Analicemos distintas fotografías de la cárcel:
-Pensemos en la "cárcel-fábrica", en la cárcel disciplinaria de fines del siglo XIX de Estados Unidos o europa, todos los presos haciendo trabajos forzados, un intento bien logrado de darle una utilidad a esa masa humana privada de libertad de forma acorde con los principios religiosos y económicos de la época.
-Imaginemos ahora la cárcel modelo argentina, la Penitenciaria Nacional de la calle Las Heras en Capital Federal en los años 1920 – 1930. Todos los presos en sus celdas con sus traje a rayas, y por los pasillos de los pabellones, científicos europeos elogiando su funcionamiento. Trabajo, estudio, disciplina e higiene. Aunque fue una sola porque -como dice Caimari- el resto de las cárceles funcionaba con la precaridad habitual ("Apenas un delincuente", Siglo XXI, Bs. As. 2004).
-Miremos ahora los centros terapéuticos típicos de europa occidental de los años 60 y 70, dominados por psicólogos y psiquiatras, con complejas teorías y tratamientos, una foto similar a la "La Naranja Mecánica" de A. Burguess. De vuelta la ciencia dando la legitimación al castigo.
Esta claro que estos fines asignados a la cárcel son falsos. La cárcel no educa, no recupera, no resocializa, no reinserta. Pero resulta difícil erradicar semejante herramienta simbólica de control social. Por ello, lo único que cabe en este contexto es sincerar su discurso.
Tiene toda la razón Zaffaroni cuando dice que se debe buscar a fortalecer igualmente una ideología de la cárcel fundada en los D.D.H.H., una cárcel donde se imponga un trato humano, lo menos deteriorante posible y que ofrezca la posibilidad de reducir los niveles de vulnerabilidad (encuadre en estereotipo y asunción de sus roles) de sus clientes (5).
La sensación de inseguridad muchas veces creada por los medios, el reclamo a veces masivo de mayor control, el miedo y la misantropía que caracterizan los tiempos actuales parecerían contribuir al robustecimiento de este estado policial y represivo. Pero por otro lado, hay una creciente crisis de legitimidad del poder Judicial y del sistema Penitenciario, ¿cómo interpreta Ud. esta contradicción en el seno de la sociedad?
Creo que ambas críticas de la sociedad van de la mano. El contexto favorece los pedidos de mano dura. El discurso "Blumberg" divide a la sociedad en "buenos" y "malos". Se reclama para la gente "buena" y próspera de la sociedad más seguridad por parte del Estado; y para la gente "mala" la cárcel. Es el discurso de la guerra, de la defensa social. Las víctimas, olvidadas por siempre por el sistema penal, deben agruparse para hacer escuchar sus voces. Piden castigo y resolución inmediata de las causas. En este sentido creo que en los pedidos de las víctimas de delitos graves se apunta a la justicia inmediata, casi al linchamiento.
Y es verdad que existe una lentitud bastante intolerable de los procesos, pero la opinión pública desconoce que en un Estado de Derecho los medios para poder encerrar legalmente a alguien siempre requieren de tiempo. Se cree que por ser hechos graves, estos resultan son probados de por sí, cuando luego todo se alarga (por ejemplo, los testigos no quieren declarar, hay reticencias, la operatividad de los derechos de los justiciables implican demoras necesarias en recursos, etc).
En esta misma línea, la política de exclusión genera nuevas conductas de resistencia que para el poder se ubican en el límite del delito y que a la vez generan también transformaciones en el uso del espacio público, ¿cómo lee el derecho penal este cambio en las relaciones del poder sobre los cuerpos donde ya no se necesita tanto el disciplinamiento como el control constante? ¿Genera nuevas definiciones en cuanto a los conceptos de "delito", "criminal o transgresor" y "pena"?
El espacio público siempre estuvo en pugna. En los últimos años el espacio público va en retirada, ante la privatización de un gran porcentaje del mismo. Avanzan las rejas, los shoppings, etc. Así como el resto de las transformaciones desde los años 60/70´s, también el espacio excluye. Solo los que consumen, pagan peaje, pertenecen, etc, pueden ingresar a esos espacios.
En los espacios que permanecen públicos, esos grandes corredores de personas, se arma la gran lucha entre el Estado y los grupos excluidos, que luchan "en" el espacio público y "por" el espacio público (piqueteros, vendedores ambulantes, etc).
Creo que es parte de un fenómeno regional. Es la lucha política actual latinoamericana: los piqueteros en Argentina, los "sin tierra" en Brasil, hasta la situación de Chiapas en México. No existe otra forma de manifestación de los excluidos del sistema, que no sea mediante intentar adueñarse de ese espacio público. Para variar, a este nuevo conflicto se lo ha criminalizado también, al definirlo como delito y hacer operar sobre él al sistema penal. Y la sanción asignada es también la misma: la cárcel.
La criminología en nuestro país, ¿está abordada como una disciplina crítica?
A grandes rasgos, podríamos dividir a la historia criminologica argentina en dos grandes etapas. En primer lugar, existió un gran trabajo de los criminólogos positivistas que va desde fines del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial, pensemos por ejemplo en Luis María Drago, Antonio Dellepiane, José Ingenieros, etc. Estos autores estaban influidos por la criminología positivista italiana y francesa, pero principalmente por los estudios de Lombroso y de Ferri.
Posteriormente, desde los años setenta hasta fines de los ochenta, se desarrolló en Latinoamérica –también en consonancia con una corriente italiana como la de los autores Baratta, Pavarini, Melossi, etc.- la corriente denominada criminología crítica, en el cual se destacaron pensadores tales como Bustos Ramírez, Novoa Monreal, Aniyar de Castro, Del Olmo, etc. y nuestros autores argentinos como Zaffaroni, Bergalli y Baigún entre otros. Este frente profundamente crítico, especialmente del sistema capitalista desde aquellos años, ha caido en crisis, habiéndose reencausado algunas posturas radicales en diversas ramificaciones teóricas. No obstante, considero que el mejor exponente actual de la posición crítica ha sido la nueva formulación teórica - rediseñada y mejorada- de Zaffaroni en su última obra, escrita junto con Slokar y Alagia: Derecho Penal Parte General (Ed. Ediar, Bs. As. 2000).
Se ha criticado que la criminología latinoamericana y argentina ha dejado de lado la investigación de campo, la parte más sociológica de hacer criminología. Y es verdad, los criminólogos se han dedicado más a la narrativa criminológica que a la investigación. Sumado a eso considero que no existe un verdadero campo propio de la criminología. Ser criminólogo no es una profesión paga, más allá de asesorar o dar clases, pero inclusive la materia "Criminología" no existe en muchas facultades de derecho. En general, siempre los que han opinado sobre criminología han venido del derecho penal o del poder judicial.
No obstante, en los últimos años, se está formando una nueva camada de criminólogos que dan mucha importancia a la investigación criminológica y creo que hacia allá va el futuro de la criminología en nuestro contexto. Nosotros, desde el Instituto Interdisciplinario para el Desarrollo de Estudios Sociales (INIDES), actualmente estamos realizando una investigación -que coordina el propio Zaffaroni- sobre las reformas al Código Penal de las últimas dos décadas. Buscamos echar luz sobre las consecuencias que tuvo la desmesurada multiplicación y reforma de tipos penales por el Congreso nacional, algo que responde a un fenómeno que se registra en toda América latina y suele denominarse "inflación penal".
En definitiva, creo que hay un largo camino por delante. Todos los que se sumerjan en el análisis del sistema penal cuentan con un contenido teórico excelente –brindado por los estudios de los autores mencionados- y tienen el privilegio de estudiar un objeto cada vez más complejo y conflictivo.
NOTAS AL PIE
1.- Un ejemplo de esto es la Unidad Penitenciaria nº24 de Máxima Seguridad del Servicio Penitenciario Bonaerense en Melchor Romero, La Plata.
2.- Cfr. FOUCAULT, Michel Vigilar y castigar. Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1991.
3.- Especialmente en PAVARINI, Massimo y MELOSI, Darío. Cárcel y Fábrica, Ed. Siglo XXI, México. WALTON, TAYLOR Y YOUNG. Criminología Crítica. Ed. Siglo XXI, México DF, 1988, BARATTA, Alessandro. Criminología crítica y crítica del derecho penal. Ed. Siglo XXI, México 1986, FOUCAULT, Michel, ob. cit. y La verdad y las formas jurídicas, Ed. Gedisa, España y los pioneros RUSCHE, Georg y KIRCHHEIMMER, Otto "Pena y estructura social" Ed. Temis, Bogotá 1984
4.- Cfr. WACQUANT, Löic. Las cárceles de la miseria. Ed. Manantial, Bs. As. 2000.
5.- Cfr. ZAFFARONI, Eugenio Raúl. "Los objetivos del sistema penitenciario y las normas constitucionales" en El derecho penal hoy, Julio B. J. Maier y Alberto M. Binder compiladores., Editores del Puerto, Bs. As.

SEBASTIÁN FOGLIA es abogado, miembro del Instituto para el Desarrollo de Estudios Sociales (INIDES), Director de la revista electrónica "Derecho Penal Online" (www.derechopenalonline.com), Profesor Adjunto de "Derecho Penal I" en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de La Plata, Ayudante de "Derecho Penal I" del Departamento de Derecho de la Universidad Nacional del Sur, Auxiliar de la cátedra del Prof. Eugenio Raúl Zaffaroni de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en la materia "Elementos de Derecho Penal y Procesal Penal".

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